Qué te cuento...




El pequeño periodo de vacaciones que cada 365 días desde hace tres años rigurosamente me daban en el trabajo, tenía un particular espacio dentro de mi saco de pequeñas tristezas y alegrías, ya que si bien por un lado, significaban unos cuantos días para alejarme de la tinta y las exposiciones a los flashasos producidos por la fotocopiadora de la cual me ocupaba en la empresa -actividad única por cierto- por el otro, representaba el clásico aseo general que mi madre me forzaba a realizar en la pequeña morada que rentábamos desde que mi padre muriera hace ya cinco años; pasó en uno de sus viajes, también en vacaciones.
Para mí, estas se fueron transformando cada año en una forma menos elaborada de seguir trabajando, llevándome así, el mismo desgaste aunque con menos recompensa.
Era una tristeza de la que no me quejaba.
De alguna manera procuraba que en este tiempo, tuviera que hacer todas las tareas posibles; sobre todo sentía la necesidad de continuar con mis pequeñas tradiciones, como la de tender la cama.
Yo siempre tendía mi cama; tenía miedo que mi madre encontrará aquel regalo de mi padre que guardaba bajo el colchón. Era una especie de ritual que practicaba todos los días: le quitaba todo de encima, la sacudía, tendía la sábana de cajón, luego la otra sábana, una cobija y al final la colcha.
Me acuerdo bien que una de las cosas que siempre me inquieto de esas sábanas, era la composición de la tela con la que fueron hechas; papá las había traído de una de sus clásicas travesías semanales al lado norte de la ciudad.
Nunca supe el porqué, hasta que tiempo después -antes de morir- me presento a unos niños que me dijo, eran mis hermanos; no supe que decir, especialmente cuando vi que tenían ropas más finas que las mías.
Las sábanas tenían un enorme grabado con los personajes clásicos de popeye alegremente conviviendo en una playa, imagen que sin duda, se repetía dos veces. Ojalá hubiera tenido unas vacaciones así.
En estas últimas, curiosamente también mi madre se fue; me dijeron que el corazón se le paró, así nada más. Ahora pienso que quizás, ya no hay nada que temer y que ahora ya puedo sacar aquello que escondía.
Las sábanas de popeye ahora cubren mi cabeza; las estoy viendo muy de cerca. Siento su peso, así como la oscuridad que crean. Para ser sincero, dejando de lado ese extraño color rojo que poco a poco están adquiriendo, si algo me preocupa es quien va a tender mi cama mañana, aunque creo que no debería, total, yo ya no oculto nada.


Lo que acaban de leer estimados amigos, fue un cuento que hice para participar en un concurso que organizó una revista que les regalan cada domingo cuando compran el periódico "El Universal" (corríjanme si me equivoqué en lo anterior por favor), de nombre "Dia Siete", ya hace algunos ayeres de eso. Recuerdo que yo me encontraba bastante entusiasmado con el pequeño logro "literario" que recientemente había conseguido en otro concurso que había organizado el diario oficial del panbolero de este país, el "ESTO" -ese de color sepia-, el cual consistía en mandarle unos palabras de aliento a la selección mexicana que en aquellos días estaba muy cercana a participar en el mundial de futbol Korea-Japón 2002; en dicho concurso salí voctorioso y mis palabras fueron publicadas en las páginas de ese diario... ja ja ja la verdad estaba muy panbolienamorado del equipo, y bueno, total que aparte de la publicación, me regalaron una playera oficial de la selección, que en esas épocas de despempleo en las que me encontraba me cayó de puros peluches, no solo por el hecho de tener una garrita nueva que estrenar sino tambien como una especie de balsamo para curar ese mal propio de aquel que en plena etapa de ser explotado laboralmente, nomas no le ocurría.

Bueno total que con ese impulso, me atreví a hacer ese cuento y mandarlo a ver si era chicle y pegaba, lo cual pues no pasó. Lo guardé por ahí, solo a algunas personas se los enseñé posteriormente y debido a que esta semana me encontraba de vacaciones, se me hizo buena idea reciclar el cuento, digo, a final de cuentas pues es producción propia y dado que los sentimientos y emociones de aquellos dias a los presentes, ya son diferentes, pues no creo que haya mucho purrum.

Sales, pues se los dejo y ojala les guste. Ahi nos vidrios¡¡¡


Nota. Aqui les dejo una de esas cancioncitas para gozar la vida a través de la música, esta se llama "Escalera" y es del grupo "Monocordio", uno de los proyectos alternos de Fernando Rivera Calderón, tambien del Palomazo informativo. Ya saben, denle clic al link, esperen por la parte donde dice "download file" otro clic, y los 6 megas de canción serán suyos.

4 Aqui denle clic y paguen tributo con un comentario:

Atzin dijo...

Clon:
A mí me latió mucho tu cuento. Obviamente, como todo escrito, es perfectible. Pero, como cuento, es bastante completo: tiene personajes, desarrollo, complejidad, planteamientos. Sobre todo, te hace pensar. En verdad, me gustó bastante, gracias por compartirlo.
Y bueno, si no mal recuerdo, tus palabras que te publicaron en el Esto eran algo así: "tsss, chale paisanos, echenle ganas, no sean de la 'beautiful people'". A mi me conmovieron.
Un abrazo y feliz regreso al trabajo.
M.

Juan Luis.... dijo...

ja ja ja gracias mi estimado campillos, y efectivamente ahora que lo veo tiempo después, me doy cuenta de dos tres detalles que en el momento pues no los advertí; ya me aventaré a hacer otro próximamente y espero que me quede mejor.

Anónimo dijo...

hola amiguito, que bueno que compartes tus palabras con nosotros, se necesita valor para compartis los pensamientos, me gusta mucho esta fase literaria tuya que no conocía, muchos abrazos y saludos. Martha

Paho Deloula dijo...

Me acuerdo perfectamente de que habías mandado ese cuento al Día Siete, deberías seguir concursando, uno nunca sabe cuando va a llegar el bueno.

Besitos y gracias por tus felicitaciones en mi blog!!!

Pao