Me metí en un vagón del metro...


Para todos aquellos que aún tenemos la necesidad de utilizar los poderosísimos convoys naranja (como bien dijera mi cuate Gil Escutia) que tiene a bien proporcionarnos el Gobierno del Distrito Federal, la experiencia del transporte matutino, vespertino o nocturno -dependiendo el caso-, debido a su naturaleza consetudinaria y repetitiva, en ocasiones no nos permite apreciar el carácter que la pura experiencia de abordar uno de estos nos puede ofrecer.

Si, no cabe duda que el simple hecho de pagarle a la cajera la onerosa cantidad de dos pesos, ya nos ofrece un panorama por demás interesante; esa maestría que tienen para poder hablar por teléfono, calcular los boletos exigidos y en la mayoría de los casos, el respectivo cambio que te tienen que dar, nos hace reflexionar acerca de la forma en la que pone a trabajar los hemisferios de su cerebro.

Ah, pero que me dicen del policía que siempre se encuentra dizque vigilando el acceso por los torniquetes, con ese aire de poder que ni el mismo se cree, y del cual en vez en cuando, gusta de ejercer al observar la imposibilidad de algunos de que la máquina se trague su boleto: "pásele por acá, pero rompa su boleetóo", al mismo tiempo que de manera mágica, estira su mano para alcanzar el pasador de la puerta, si esa puerta color gris metálico que solo el y el poder de su uniforme arrugado, su insignia de metal cubierta con resina y sus botas negras previa, pero muy previamente boleadas, le dan. Son todos unos personajes.

Justo cuando pareciera que la aventura termina ahí, el panorama en el andén modifica el momento de ese fin; es muy común ver el poco respeto que tenemos por la linea amarilla, que tal parece que por su color y forma, nos invita a poner la mitad de nuestra patota sobre ella, asomando constantemente la cabeza a ver si de casualidad, alguna de las luces frontales del convoy, nos avisa cuando hacerla para atrás, no vaya a pasar que de mensos nos la vaya a volar.

El punto que de plano se encarga de construir una opinión acerca del servicio, es cuando nos subimos a alguno de los vagones e intentamos acomodarnos por alguno de los pequeños espacios que se pueden hallar por todo el tren; claro que si uno tiene la suerte de irse sentado, se tiene la posibilidad de experimentar el más hermoso de los sueños que uno se puede imaginar. Es algo extraño, pero en ocasiones con un par de minutos que uno pestañee -los cuales, ya bien se podrían ser considerados como un famosisimo coyotito- se pueden llegar a reproducir enormes películas con reparto, dirección, y todo el trabajo de producción de cualquier programa de televisión en los sueños que se suelen manifestar. Un servidor, en uno de estos viajes soñó como Marilyn Manson lo correteaba y lo correteaba y que si bien, nunca lo alcanzaba, siempre se mantenía ahí detrás de uno con su ojo blanco y sus brazos extremadamente llenos de tatuajes, por todos los escenarios que en ese sueño, recorrí.

Las historias que uno puede llegar a presenciar en estos espacios son de los más ricas visual y auditivamente hablando : "me da permiso por favor?? (con ese estilo en donde casi le falto decir, me da permiso chinga?)", "gracias joven, pero bajo en la siguiente" (respuesta amable dada por alguien a quien le quieres ofrecer el asiento, generalmente, de mala gana)", "señor no se recargue en mí, agárrese del tubo"; "deéjenme bajar, por favor déejenme bajar", y la más que clásica "Aaay, este hijo de la chingada me viene tocando"... si si, hay de todo, claro lo chido es cuando a uno le toca verlo, muy distinto cuando le toca vivirlo. La más cabrona que me toco ver fue cuando un día que se subió un chingo de gente en el metro Pino Suárez, un guey se puso a gritar señalando a otro "péguenle a ese cabrón que anda con el pene de fuera"... ya no si se lo madrearon, o se lo llevó el policia ni nada, así que el chisme en esta ocasión es incompleto.

La mera verdad, fuera de todo esto, que bendición es tener el metro me cae; con todo sus apestes a sudor, sus vomitadas de bebes, la halitosis de sus usuarios, las pisadas en los zapatos recién boleados, los codazos -quiero creer- involuntarios, etc., etc., con todo y eso, le entro con gusto todas las mañanas y las tardes cuando regreso a casa. Supongo que el día de mañana cuando ya goce de la comodidad que da el tener tu propia nave, los recuerdos de esa vida me inundaran y quizás nuevamente desearé ver a la cajera, al policía, querré pisar la linea amarilla, observe el convoy y esperar el momento que sus puertas me inviten a abordarlo. Pero solo hasta ese momento, mientras yo ya me pinto a mi casa y de seguro vendrá hasta la madre como todos los días.

Ahí nos vidrios¡¡¡

Nota 1. Esa foto la tome uno de esos inolvidables días que de Zaragoza a Juanacatlan, el trayecto de media hora de todos los días, se vuelve de una hora con veinte.
Nota 2. Aquí les dejo esta rolita de los Babasonicos, extraída del álbum "Groncho" uno de los menos pelados por estos lares pero igual de chidos: "Clase gata" De igual forma, denle clic, naveguen a la página y busquen "download file" clic otra vez y ya la hicieron.

5 Aqui denle clic y paguen tributo con un comentario:

Atzin dijo...

Mi estimado:
Tus remembranzas sobre el querido metro me hicieron recordar mis tiempos cuando iba a la fac en tan preciado transporte. ¡Ahh que buenos tiempos! Nada que ver con ahora: el transporte finlandés es el más puntual -exageradamente puntual- y silencioso que conozco. A veces no valoramos el desmadre, hasta que estamos sin él.
Un abrazo.
M A N U E L

Juan Luis.... dijo...

Así es mi distinguido y fino amigo... me falto comentar sobre las inigualables ofertas que uno se puede encontrar, ahorita de las de moda son dos marcadores para cd, copias del sharpie, por 10 varitos... no las compren porque se chorrean.

Mr. gonX dijo...

Esa no tan delgada línea amarilla que, pacere, separa a los hombres de los pepinos no es muy diferente a ver las luchas o los partidos de la selec.

Y es que en cada asomo del tren por la vía, en cada arribo de la delantera Tica, en cada lance del Místico uno cree que se juega la vida, que reta a la muerte y que, además, saldrá victorioso.

No hay nada como hacerse el valiente sin salir de la zona de confort.

Se muy bienvenido Juan Luis.

Paho Deloula dijo...

Mi queridísimo Juan Lucas, dudo mucho que cuando tengas carro extrañes el metro - por lo menos yo no le extraño - lo que si extraño es dejar de estresarme manejando por la ciudad. Ni modo, no se puede tener todo,

Saluditos!!!

Juan Luis.... dijo...

Ay mi queridísima Paola, no pierda la vertical, aquí lo rescatable es lo bonito de la experiencia, no repare en detalles... a poco no se le antoja una dominos pizzita de esas de 15 pesos, acompañada de su coca cola bien fria???... tssss