Monedita de oro


Cuando por causas y azares del destino (ah, y necesidad sobre todo), la vida se encarga de situarnos dentro de alguna empresa o entidad, sea esta de investigación, desarrollo, lucro, pública, privada, legal, ilegal, etc., etc., el ambiente que se genera a partir del carácter, humor, olor y -dependiendo del grado de intimidad- sabor, que le dan las personas con las que se tiene que convivir, forman una pasta digna de la más pura y fina reflexión. (Perdón si suena pretencioso, es por el ego propio de un bloguero)

Digo, sobre todo si tomamos en cuenta que la mayoría de nosotros, una vez que dejamos la teta materna (ó paterna -aunque casi siempre ambos-), o mejor dicho, que nos la quitan y arrancan salvajemente de la boca -cosa que generalmente causa dolor de nuestro corazón-, solo el hambre y el deseo de sobrevivir ( si si, dejémonos de mamadas, eso de "hay yo quiero ser alguien importante en la vida, por eso le hecho ganas"... prtttttttt* ) nos avientan hacia adelante, de alguna forma maravillosa, nos impulsa desde nuestro hermoso y calculado aplatanamiento con sede en nuestros sillones, las camas, las sillas, la alfombra, la esquinas de la calle de mi casa, etc., y plantan en nuestra cabeza una de las máximas propias de la naturaleza "o tragas o te mueres". Resulta pues que, da la casualidad que solo mediante la venta de nuestra fuerza de trabajo, es como se consigue la cantidad medianamente suficiente de dinero para poder cumplir con la máxima, cosa que hoy en día "exige exageradamente" parte importante de nuestro tiempo recluidos en nuestros trabajos, en donde obvio, nos vamos a encontrar a decenas, centenas y quizás miles con la misma máxima viviendo noche y día en nuestras cabezas.

Es a partir de todo eso que, una vez examinados, escudriñados y debidamente analizados por nuestros empleadores, la integración a los grupos de trabajo pone a prueba todas y cada una de las experiencias que la vida nos fue dejando. Desde el más pequeño detalle en la forma en la que caminamos, hablamos, respiramos, comemos, en general como nos conducimos, influye terriblemente en la concepción que las personas llegan a tener con nosotros. Claro, hay personas a las que no les importa que tan decente nos presentemos, ya por el simple hecho de intentar adherirte a dicho núcleo, fue motivo suficiente para que le cagaras la madre como no te imaginas; también se dan casos cuando la propia timidez (hermosa timidez¡¡¡ la concentración que me brindaste en su momento, no sabes cómo me hizo concentrarme en la función sustantiva para la que me habían contratado¡¡¡¡) no permite una integración inmediata, y luego entonces eso pasa a formar parte del catálogo de motivos para que también le puedas cagar la madre a los demás.

Lo pasado son solo dos de los muchos ejemplos del porque uno siempre anda "patinando" entre lo posible y lo imposible de tratar de llevar la fiesta en paz dentro de un ambiente laboral, es decir, tratar de agradarle más o menos a todos, y al mismo tiempo, procurar que no te desagraden lo suficiente como para poder seguir trabajando con ellos, osea, para que en una de esas no explotes y mandes pero muchisisisimos kilómetros a la chingada a tus compañeros de trabajo.

Si si, la patinada, ese estupendo ejercicio de equilibrio sobre ruedas, es de ida y vuelta, no hay perfección en eso, para bien o para mal todos le entramos: me cagas, te cago, nos cagamos pero, comamos juntos, fumemos juntos, hagamos esto y aquello juntos... ni pedo, la máxima exige, y como tal no da concesiones... bah, total, nadie es monedita de oro para caerles bien a todos¡¡¡

No quiero descartar el hecho de que afortunadamente somos varios los que podemos constatar que la patinada puede ser muy agradable, toda vez que en ocasiones, los sentimientos de amistad, compañerismo, camaradería y unión se manifiestan en grandes cantidades y para ser sinceros, si he tenido la oportunidad de vivir inmerso en esa etapa de verdadero trabajo; la máxima pesa mucho menos cumplirla cuando es acompañada de estos elementos.

No es fácil, llegar a ese estado, en muchas ocasiones proviene de la casualidad, de los compañeros, del lugar de trabajo, pero sobre todo de la percepción de cada uno, quien sabe, a lo mejor ese día que todos te cayeron bien, probablemente fue el día en que más le cagabas la madre, o viceversa. En fin, no queda más que seguir trabajando y patinando, a lo mejor en una de esas por alguna razón, te transformes en esa monedita de oro a la que luego aspiramos llegar... aunque sinceramente que hueva.

Ahí nos vidrios¡¡¡

* onomatopeya de trompetilla

nota: la rola de este post es "moving" de supergrass" chin chin si después de escucharlas no se sienten felices¡¡¡

Ya saben, clic al link, busquen download file y otra vez clic. fácil.

4 Aqui denle clic y paguen tributo con un comentario:

Atzin dijo...

No, mi querido Juan Luis, no somos monedita de oro para carle bien a todos. Como dice la rola, "así nací y así soy, si no me quieren... ni modo".
Además, según mi experiencia, la oficina es uno de esos laboratorios donde crece lo peor del ser humano.
Lo que yo no sabía es que tú fueras tímido.
Cámara, un abrazo.
M.M.

Juan Luis.... dijo...

Así es mi amigo, soy tímido como el de la canción de flans, lastima que hasta el momento, nadie me haya invitado una copa en el mar (ay que mamón¡¡)... por cierto a que canción te refieres estimado amigo??

Atzin dijo...

A la de monedita de oro, güey. Claro, como tú eres de la "beautiful people" no sabes de canciones del pueblo, como tu servidor.
Un abrazo.

M A N U

Paho Deloula dijo...

Pos yo tengo la suerte de que aunque no le caiga bien a todo el mundo, en todos mis trabajos - y mira que son muchos (6 contando en donde estoy ahora en aprox 8 años laborando) - e encontrado muchisima mas gente chida que la que tira mala onda. No soy moneda de oro pero si suertuda pa'l ambiente laboral.

Saludotes con todo y faltas de ortografía jiji!!!